Un último estudio amplía este espectro y concluye que cuando padres e hijos juegan juntos, incluso cuando son bebés, sus cerebros se comunican.
La investigación, realizada en la Universidad de Princeton (Estados Unidos), trataba de medir la actividad cerebral del adulto y del bebé cuando interactúan de forma natural. Para el experimento, que comenzó con 42 participantes pero terminó con 18 bebés de entre nueve y 15 meses, los investigadores diseñaron un nuevo sistema de neuroimagen cerebral dual, denominado espectroscopía funcional de infrarrojo cercano (NIR), que además de ser seguro y cómodo, registra la oxigenación del cerebro y la actividad neuronal.
La recogida de datos consistió en dos partes. En la primera, un investigador interactuaba con el niño cinco minutos mientras estaba sentado en las rodillas de su padre. En la segunda, un investigador le contaba un cuento a otro experto mientras el niño jugada en silencio con su progenitor. La información total recogida provino de 57 episodios que consistían en predicciones, procesamiento del lenguaje o comprensión del otro.
Tras analizar los datos de las sesiones, los expertos, cuya autora prinicipal es Elise Piazza, encontraron que en los encuentros cara a cara, los cerebros de los bebés se sincronizaban con los de los adultos en las áreas correspondientes al entendimiento del mundo, desapareciendo esta conexión cuando estaban separados.
La sincronía más fuerte se observó en la corteza prefrontal, que es aquella zona que implica el aprendizaje y la función ejecutiva, entre otras. “Algo que nos sorprendió fue descubrir que el cerebro del bebé, en algunas ocasiones, lideraba al del adulto por unos segundos, dejando de lado el pensamiento de que el cerebro de estos pequeños solo es capaz de recibir información. Estos son aptos para guiar al adulto sobre lo próximo que van a elegir, ya sea un juguete o la palabra que van a decir”, explican los autores en el texto.
“La conclusión es que la actividad cerebral de ambos fluctúa en función del contacto visual y cuando comparten juguetes”, explica Piazza en el comunicado. “Por lo que”, prosigue, “cuando un bebé y un adulto juegan juntos, sus cerebros se conectan de una manera dinámica”.
Es la primera vez que se llega a estas conclusiones: «Investigaciones previas mostraron que el cerebro de los adultos se sincroniza al ver películas o escuchar historias juntos, pero poco se sabía de esta sincronización neuronal durante los primeros años de vida”. A los autores les gustaría ampliar este conocimiento a niños de preescolar y su adquisición temprana del lenguaje.
Los beneficios de jugar con tus hijos en casa
También ayuda a la creatividad, a la imaginación y la seguridad de nuestros niños. Durante ese tiempo compartido, pueden estar conectados en un entorno seguro que favorece un aprendizaje significativo. En casa es el mejor lugar en el que somos realmente nosotros mismos. Además, el juego genera recuerdos, experiencias positivas que se quedan almacenadas en la memoria a largo plazo y genera constante emoción.
Adicionalmente, podemos desarrollar nuestra escucha y el ser Familias Presentes, y así poder observar qué emociones tiene tus hijos. Muchos niños no son capaces de expresar sus emociones, no saben, y el juego es una gran herramienta para saber lo que les pasa, poder intervenir justo a tiempo y guiarlos con amor hacia una sana Inteligencia Emocional.
El juego en la cotidianidad es una forma de educar en valores y para la vida. Divertirse favorece que los adultos entremos en espacios únicos y dejemos salir nuestro niño interior, haciendo que seamos más creativos y flexibles y mejoremos no solo la relación con nuestros hijos, sino también, con todos los que nos relacionamos.
Y recuerda que también es bueno que los niños jueguen solos, sobre todo a edades más tempranas, ya que es fundamental que los más pequeños desarrollen con base en la libertad, su propio mundo, eso sí, en entornos seguros, y con la supervisión de un adulto siempre, ya que a ellos les gusta que estemos presentes; se sienten protegidos y parte de la familia.